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Capítulo Once – Juicio Ante el Gran Trono Blanco

Currículo
Respuesta para Estudiantes
115
TEXTO: 1 Timoteo 5:24-25; Apocalipsis 20:11-15

TODO ALREDEDOR DE ERNESTO estaban los rostros de aquellos quienes él había visto unos momentos antes en aquellas llamas terribles—INFIERNO—donde el tormento era lo único que ellos conocían. ¡O, que alivio el ser librado de las llamas! Luego su boca se le abrió mientras él veía a Alguien sentado sobre un gran trono blanco. La horrible realización, le vino a él, Era Dios mismo sobre ese Trono. “¡Estoy condenado! Ernesto dio un grito de lamento. “¡Que necio he sido, ya no me queda una oportunidad más! ¡Yo regresaré de nuevo a las llamas de fuego por la ETERNIDAD!”
Las cenizas que habían sido lanzadas a través del océano, súbitamente se juntaron para formar cuerpos de todos los pecadores. Todos los muertos volvieron a vivir en la presencia de Dios que estaba sentado sobre el Gran Trono Blanco. Los sollozos de Ernesto se mezclaron con el aullido de los asesinos, mentirosos, adúlteros, hechiceros, todo aquél que había cometido pecado grande o pecado pequeño. Todos esperaban la ira final de Dios.
Resonaron los nombres a través de la vasta multitud de pecadores. Cada uno fue llamado a presentarse ante el Tribunal del juicio para ser juzgado por Dios Todopoderoso. Las palabras y acciones hechas por cada uno, también resonaron por todo el espacio, llenando los oídos de todo el universo.
“ERNESTO LUIS DURÁN,” la Voz del Gran Juez sonó como trueno.
Ernesto miró a Dios sentado en el Trono y pensó qué puro Él era. Ernesto se sintió sucio y lleno de pecado. ¿Cómo podría él pararse en le presencia de Dios? Mientras él caía postrado ante Dios, Ernesto pensó, ¡estoy perdido! Ningún bien que haya hecho vale nada. ¿Por qué no oré?
Él pensó en el tiempo en el campamento de jóvenes cuando sus amigos le pidieron que orara. ¿Por qué, o, por qué él los había rechazado con un movido de cabeza como si eso no importara? Él pensó en los servicios en los campamentos de la iglesia cuando él tuvo tal convicción que sus rodillas templaron. ¿Por qué había sido él tan terco? El horror de su situación encerró a Ernesto como una jaula. ¡No había ningún escape!

VERSO CLAVE:
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. — Hebreos 9:27

“Tu nombre no está escrito en Mi Libro de la Vida,” la Voz resonó. “A lo contrario, veo aquí escrito en Mi libro de hechos que tú hiciste trampas en la escuela. Tú les mentiste a tus padres. Tú robaste dinero de la cartera de tu madre. Tú desalentaste a tus amigos para que fueran a orar en la iglesia . . . ” La lista continuó mientras el Juez mencionó cada pecado de Ernesto para que todos oyeran, concluyendo: “Te negaste a creer y arrepentirte.”
Ernesto se sintió como si él estuviera enredado en una telaraña gigantesca, un sentimiento que él estaba atrapado y jamás podría ser salvo. “¡Tal condenación!” Él sollozaba.
Luego, Ernesto oyó la declaración dolorosa. “Ernesto Luis Durán ha escogido el castigo eterno en vez del Cielo. Para él, toda esperanza se ha ido.” Desde algún lugar de su pasado, un verso de las Escrituras ardiendo, penetró la mente atormentada de Ernesto.
“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego . . . Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
De pronto, Ernesto sintió que se caía. Él podía sentir el calor insoportable de las llamas que se intensificaban mientras él caía. Desde su alma explotó un clamor, “¡Perdido! ¡Perdido! ¡Perdido por la eternidad!” Él sabía que nunca jamás sentiría paz o alivio de éste tormento.
Ernesto miró arriba hacia el Cielo. ¡Cuán hermoso era! Todos estaban tan contentos. Allí él podía ver a Mamá, Papá y a Gabriel. Mientras ellos andaban, Ernesto los vio coger frutas del Árbol de Vida. Ellos parecían flotar sobre las calles de oro.
¡Qué contraste inexplicable con el lugar donde él se encontraba! Las llamas estaban tan calientes que hacían sentir todo su cuerpo llenarse de ampollas. Si sólo pudiera tener unas cuantas gotas de agua sobre sus labios. Pero aquí no había agua. El alivio era imposible de obtener. Y Ernesto sabía que sería así para siempre. ¿Por qué, por qué, por qué no oró cuando él estaba en la tierra?
Su vida pasada le vino a Ernesto, como una película. Se recordó la noche cuando Gabriel fue salvo. Papá le había preguntado a Ernesto si él quería ser salvo también. Pero Ernesto había dicho: “Mejor otro día.”
Ernesto pensó otra vez en el campamento de jóvenes cuando sus amigos habían sido salvos. Su consejero le había pedido que orara, y Ernesto realmente lo consideró. Él podía ver el escenario perfectamente en su mente. Mientras él se paró por el banco él casi fue a orar, pero luego tuvo temor de que los chicos en la escuela se reirían de él. ¡O, cómo desearía otra oportunidad más!
La “película” continuó en la mente de Ernesto. Se vio con Gabriel en la tienda de Bienes Deportivos el día del terremoto. Él recordó cómo volaba el vidrio y qué asustado él había estado. Gabriel le había dicho que los terremotos eran una de las señales de la venida del Señor. Ernesto vio la escena que él había tenido con su Papá más tarde esa noche, cuando su Papá le mencionó la misma cosa. Ernesto recordó cómo él salió de la habitación como una tormenta, gritando: “¡O, Papá, tú siempre estas predicando!
Esa noche, cuando Gabriel llegó a la habitación que compartían, él le habló más a Ernesto. Ernesto se recordó de cosas, me voy a salvar algún día, pero yo no estoy listo todavía.
Yo no estoy listo todavía . . . no estoy listo todavía . . . Las palabras eran sonsonetes en su cabeza. Y el panorama comenzó otra vez, enseñándole cada oportunidad que él había tenido para orar. En un deslumbrante destello, vino a darse cuenta que esto es cómo la eternidad sería caliente, oscuridad caliente, tormento increíble, y esta película repitiendo su vida una y otra vez. Iba a durar para siempre, y siempre, y siempre . . .

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡El Tiempo se Está Terminando!