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Capítulo Nueve – La Revelación de Cristo y Armagedón

Currículo
Respuesta para Estudiantes
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TEXTO: Mateo 24:29-31; Apocalipsis 19:11-21

EL BATALLON DE ERNESTO ATERRIZÓ en el puerto de Haifa.
El gran plano de Jezreel se extendía adelante—desde el oriente del Mediterráneo hasta el Jordán. Un fragmento de conocimiento de la clase de geografía (¡le parecía como una eternidad!) vino a la mente de Ernesto. El nombre de este lugar, Armagedón, era tomado de una palabra hebrea que significaba “Monte Meguido.” Este lugar había sido usado como un campo de batalla en los siglos pasados.
Y ahora Ernesto, con muchos otros, estaba parado en éste mismo plano. El gran ejercito de 200 millones de soldados del oriente se movía hacia dentro mientras el ejercito del Anticristo trataba de permanecer firme. La línea de batalla se extendía por todo Israel con el centro en Armagedón. Enfrentamiento terrible se llevaba acabo en Jerusalén.
Ernesto había oído que una espantosa batalla resultaba al sur del Mar Muerto, tantos habían muerto que la sangre media varios pies de profundidad en algunas áreas.
Ernesto deseó estar muerto. Él oyó que la batalla ahora se estaba expandiendo más aya del Medio Oriente. Armas nucleares estaban siendo usadas alrededor del mundo. Ciudades enteras estaban siendo destruidas. La fuerza oriental ya había matado a una tercera parte de la población de la tierra. Islas enteras y montañas habían sido eliminadas del mapa.

VERSO CLAVE:
Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería  salvo. — Mateo 24:22

Un miedo paralizador se apoderó de Ernesto y sus compañeros. Desmoralizado totalmente, Ernesto se volvió a uno de ellos: “¿Qué vamos a hacer? ¿Serían días, o sólo horas, antes de que toda vida sobre este planeta termine?”
Arriba más allá de las nubes, en el Cielo, Jesucristo se preparaba para regresar a la tierra con el ejercito que estaba en el Cielo, vestidos de túnicas blancas, montados sobre caballos blancos. Ernesto no se daba cuenta de eso, pero en ese mismo momento, Gabriel, su madre y su padre, y una multitud de otros se preparaban para el retorno.
El Cielo se desenrolló. Una luz resplandeciente iluminó toda la tierra. Pasmado, Ernesto se puso de rodillas, dejando caer su rifle . . . ¡El Hijo de Dios estaba descendiendo! Tras Él, una nube de creyentes le seguía. Todo el Cielo estaba lleno con exuberancias de caballos blancos montados por los santos de Dios. La imponente vista era demasiado para Ernesto. Cubriéndose los ojos con su brazo, se tiró al suelo, temblando de temor.
¡Luego, a unas cincuenta y cinco millas (88 kilómetros) de donde Ernesto estaba en deplorable terror, los pies de Jesús tocaron esta tierra otra vez, de la misma manera como ellos la dejaron casi dos mil años atrás! Cuando Sus pies tocaron el Monte de los Olivos, el monte se dividió en dos con un rugido poderoso, la tierra tembló como nunca antes. En unos segundos, una grieta (hendidura) gigantesca se abrió desde el oriente hasta la punta norte del Mar Muerto y del occidente hasta el Mar Mediterráneo (Zacarías 14:4).
Una tercera parte del pueblo Judío miró hacia arriba y vio “al Hijo de hombre viniendo en las nubes del cielo con poder y gran gloria.” Ellos Le reconocieron como su Mesías y en ese momento fueron creyentes. Ellos corrieron hacia esa gran grieta, recordando los profetas quienes predijeron que les sería un lugar de refugio de la terrible destrucción que Dios habría de derramar sobre los ejércitos pecadores del mundo.
El terror que Ernesto sintió no podía ser descrito cuando él y los que estaban alrededor de él fueron tirados al suelo por la poderosa tembladera y revolvimiento de la tierra. Él pensó que ciertamente él iba a morir en ese mismo momento, pero el no murió. No, el Anticristo ya estaba llamando a sus fuerzas, para pelear adelante, en contra de Jesús Cristo mismo. Sin embargo, las fuerzas del Anticristo estaban condenadas.
Pronto, la batalla espantosa terminó, y los pocos que quedaban del ejercito del Anticristo “fueron destruidos por la espada de aquel que estaba sentado sobre el caballo, cuya espada procedía de su boca.” Jesucristo había salvado a la humanidad de la extinción. Al vencer las fuerzas del Anticristo, Su Reino fue establecido sobre la tierra por mil años de paz.

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: El Bien Contra El Mal