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¿Debo Mostrar Misericordia?

Currículo
Respuesta para Estudiantes
157
TEXTO: Juan 8:1-11; Tito 3:3-7

¿Yo como juez, debo mostrar misericordia?

MIRÉ CON ASOMBRO a un hombre bien vestido y arreglado delante de mí. Un asesino, asaltante, un hombre del mundo criminal. Apenas podía creerlo. Este hombre recién había presentado el caso más inusual que yo había escuchado en mis treinta años de juez de la corte. La lista de crímenes a que el confesó, me dejo pasmado ¡Que historia nos contó! Al fin de su testimonio, con lágrimas en los ojos, mirando al podio y después le hablé brevemente: “Usted está despedido de esta corte. Esté presente mañana a las 10:00 a.m. para la sentencia.”
Yo no podía esperar que la copia del taquígrafo me llegara, inmediatamente comencé a repasar de nuevo el testimonio en mi mente. La vida de este joven en su niñes había sido sana. Su padre era ingeniero ferroviario con un buen salario. Su madre era cristiana. Ella leía la Biblia cada mañana y oraba con sus hijos. No se explica como este hombre, Bruce, se había alejado tanto. No podía imaginarme que con una crianza aparentemente estable y una familia amorosa, el tenía una historia tan increíble que contar.
Él admitió que no obedecía las reglas de su padre. A la edad de quince años abandonó la escuela y huyó de la casa—directo al área de pozos petróleos en Oklahoma. Consiguió empleo el primer día en el pueblo. Comenzó a visitar las tabernas de juegos, y por eso consideró que necesitaba mucho más dinero que el que le proporcionaba su salario. Cuando notó que la pistola de cañón largo de su jefe estaba debajo del mostrador, decidió robarsela y utilizarla para conseguir más dinero.

VERSO CLAVE: ¡La misericordia de Dios es para usted!
Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. — Salmo 106:1

Por los próximos diez años usó máscara y portaba dos pistolas grandes. Robó automóviles, asaltó a personas para quitarles el dinero y robó en negocios. Luego llegó el día fatal. En un asalto,  disparó y mató a un hombre por accidente. Oh, el cargo de conciencia que Bruce llevó durante esos años. Los gritos del hombre muerto sonaban en sus oídos: “¿por qué tuvistes que matarme?”
Hubo un toque en mi puerta y el alguacil trajo una copia del ruego de admisión. Examinando el texto rápidamente, noté donde Bruce dijo que fue tomado por el oficial del tribunal de justicia.
Bruce dijo: “Pude quitarme las esposas y escapé. Fue sólo la misericordia de Dios que me salvó la vida. Los disparos de los oficiales volaron a todo mi alrededor. Miré hacia el cielo y dije: Dios ten misericordia – no permitas que me maten, yo sabía muy bien a donde iría.”
Traté de imaginarme este hombre de apariencia fina luchando para quitarse las esposas, y luego escapar con disparos volando a su alrededor. El esfuezo falló. Parecía imposible creerlo. ¿Como podría ser el mismo hombre que estaba de pie delante de mí esta mañana?
Dando un vistazo al documento, vi de paso donde el estuvo a punto de ser arrestado en otra ocasión. Estuvo escondido en los pantanos de Arkansas por quince días. Con un rifle Winchester colgado en la espalda, había dormitado en la parte alta de un árbol. Una cuadrilla armada de veinticinco hombres fueron instruidos de capturarlo muerto o vivo. Llegaron aproximadamente a treinta metros de él, pero de nuevo escapó, por la “misericordia de Dios.”
Luego una noche cuando él decidió que era tiempo de proseguir, Dios le habló a su corazón y le dijo que fuera al oeste. Continué leyendo. “Fue el gran amor de Dios y su misericordia que me trajo a la esquina de una calle en Portland, Oregon, donde tuve la oportunidad de oír un grupo de personas cristianas que hablaba de lo que Dios había hecho por ellos. Hablaban del tener paz y felicidad – algo que yo no tenía. Si ellos me hubieron preguntado acerca de infelicidad, angustia y remordimiento, yo le hubiera nombrado cosas desde la letra A hasta la Z.”
“Ellos me invitaron a la iglesia, una noche me arrodillé delante de nuestro Dios Santo, y le dije: Señor si tú me salvas, me pondre a trabajar y seré el hombre quien debo ser. Confesaré públicamente la vida antigua; que hagan conmigo lo que quieran. “¡Oh, el cambio! Allí en mis rodillas, el Señor me salvó. Y ahora tenía paz y felicidad. La infelicidad se había ido. Anduve por la calles varios días diciendo: Oh, ¡es maravilloso!; ¡es maravilloso!”
“Ahora me paro delante de usted, señor juez, para confesarlo todo. Soy salvo. Estoy repasando mí vida vieja. He comenzado a pagar dinero que robé, miles de dólares. Ahora haga de mi lo que desee.”
Me di cuenta que las lágrimas estaban cayendo sobre los papeles al terminar de leer. ¡Si todos los casos terminaran como éste! La justicia demandaba una pena, años detrás de las rejas—pero yo recomendaré misericordia.
Desde el inicio de los tiempos, quebrantar las leyes de Dios exigía una pena. La sociedad también demanda castigo para los violadores de la ley, prisión o una multa. Pecados como los de Bruce lloran por justicia, por castigo. Pero como Jesucristo puede extender misericordia al pecador y perdonarlo de sus pecados y olvidarlos. Bruce fue perdonado y liberado, y no tuvo que pasar un solo día detrás de las rejas.

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡Es para Mí!