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Una Reacción Inesperada

Currículo
Respuesta para Estudiantes
145
TEXTO: Mateo 5:6-9, 38-48; 18:23-35

Cuando Eduardo rompió el juego, la respuesta de Rodrigo asombró a todos en el autobús.

“¡MIREN LO QUE RODRIGO TRAJO hoy!” Una voz dijo en el autobús escolar. “Como desearía que yo tuviera un juego nuevo de fútbol en una mini computadora.”
Rodrigo apenas tuvo tiempo de voltearse y ver quién estaba hablando cuando de repente sintió que una mano pasó sobre su hombro y le arrebató su juego. “¡Ten, Martín, agárralo!” El juego voló por el aire hacia la parte trasera del autobús.
“¿Qué estás haciendo?” Apenas pudo decir Rodrigo en el momento en que el autobús dio un cambio brusco. Martín no pudo atraparlo, y el juego chocó contra el marco de un asiento y se resbaló por el pasillo del autobús.
Una mirada de disgustó cruzó la cara de Rodrigo. ¡Su juego nuevo! Hubo silencio en el autobús mientras Rodrigo se levantó de su asiento lentamente y recuperó la caja destrozada y los pedazos quebrados. Eduardo Herrera, el muchacho quien había lanzado el juego, se desplomó en un asiento al otro lado del pasillo y miraba a Rodrigo preocupadamente mientras Rodrigo regresaba a su asiento.
“Lo siento,” dijo Eduardo finalmente sin pensar mucho. Luego agregó: “De todas maneras no debiste haber traído algo así al autobús escolar.” Todos estaban mirando a los dos muchachos, y esperaban que comenzara la pelea.
Pero ninguna pelea comenzó. Rodrigo metió los pedazos de su juego dentro de su mochila, luego miró a Eduardo al otro lado del autobús. “Está bien. Sé que tu intención no fue quebrarlo.”
En la cara de Eduardo se vio una expresión de incredulidad. Por un momento pareció como si él dijese algo más, pero entonces el autobús escolar se detuvo frente a la escuela secundaria inferior Lincoln y todos empezaron a salir en el autobús.
Pasaron varias semanas y Rodrigo casi se había olvidado en el incidente del autobús. Además, él tenía una nueva arma que disparaba perdigones así que pasaba mucho tiempo practicando tiro al blanco.
Alguien le había contado sobre un campo grande en la calle 47. Parecía un lugar bueno para practicar debido a que había un seto vivo espeso a un extremo que detenía cualquier perdigón desviado. Acomodó un par de latas que había llevado y cargó su arma con perdigones.
Falló su primer par de disparos. Él pensó que quizás necesitaba estabilizar su arma un poco más, así que se puso boca abajo y usó una piedra grande que le sirviera de apoyo. Ahora él tendría que disparar hacia arriba para pegarle al blanco, pero por lo menos la arma estaba estable. Fijó el objetivo y disparó. Falló de nuevo. Intentó una vez más. Esta vez derribó la lata.

VERSO CLAVE: “Debemos tener misericordia hacia las otras personas.”
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. — Lucas 6:3

Rodrigo se paró rápidamente y caminó hasta el sitio donde estaba el blanco para colocarlo nuevamente en su sito. Justo en ese momento una persona enfadada apareció del lado del seto vivo.
“¡Oye, jovencito! Ven aquí!”
Rodrigo miró a su alrededor. ¿Le hablaba el hombre a él? “¿Se refiere a mí, Señor?”
“¡Sí, habló contigo! ¿Eres tú el que está disparando una arma aquí? Acabas de disparar la ventana de mi cocina!”
“¡Oh, no!” Dijo Rodrigo, espantado. Colocó su arma al lado del blanco y miró apenado al hombre. “No sabía que había una casa aquí cerca. De todas maneras, pensé que el seto vivo detendría los perdigones.”
“Pues, no fue así.” Dijo el hombre muy enojado. “Te sugiero que la próxima vez revises mejor antes de que empiece a disparar. Y ahora, ¿quién va a pagar por mi ventana?”
“Yo se la pagaré,” dijo Rodrigo. “Siento mucho lo que pasó. ¿Cuánto piensa usted que costará?”
“Una ventana de ese tamaño costará casi quince dólares.”
Rodrigo sabía que no cargaba esa cantidad consigo. “Tendré que ir a casa para conseguir el dinero. ¿Puedo dejarle mi nombre y dirección y regresar en media hora o algo así? Dejaré mi arma.”
“Supongo que está bien,” contestó el hombre con aire enfadado. “Entra a la casa y escribe tus datos.”
Rodrigo recogió su arma y fue con el hombre a su casa. ¡Rodrigo escribió su nombre y dirección en un pedazo de papel y se dirigía hacia la puerta cuando el hombre dijo: “¡Espere un minuto! Rodrigo Robles. Yo he oído ese nombre en alguna parte. ¡Oh, sí, ahora lo recuerdo!”
Rodrigo miró al hombre con sorpresa. “No creo que nos hayamos conocido antes, Señor. Vivo muy lejos de aquí.”
“Pero, tú asistes a la escuela secundaria inferior Lincoln, ¿no es así?” Después que Rodrigo indicó sí con su cabeza, el hombre continuó. “Mi hijo Eduardo Herrera también asiste esa escuela. Creo que lo conoces.”
“Bueno . . . no realmente, pero sé quién es.” Entonces la escena en el autobús pasó por la mente Rodrigo.
“Permíteme adivinar lo que estás pensando.” El hombre ahora estaba sonriéndose. “Estas recordando un día en el autobús antes de que la escuela cerrara cuando mi hijo rompió tu juego electrónico.”
Rodrigo lo miró con asombro. “¿Quiere decir que Eduardo le contó a usted sobre eso?”
“No en seguida, pero cuando lo hizo, me dijo cuan sorprendido quedo cuando no te enojaste con él. De hecho, todavía no puede entenderlo.” Luego tomó una pausa. “Sabes, Eduardo quedó realmente impresionado con el hecho de que tú no le ordenaste  que te pagara el juego que él quebró. Eso fue amable de tu parte. Así que por qué no nos olvidamos de este asunto de la ventana. Yo buscaré una pieza de vidrio en alguna parte y Eduardo me ayudará a instalarla.”
El padre de Eduardo ignoró el asunto de la ventana quebrada porque estaba agradecido con el hecho de que Rodrigo no le había exigido el pago del juego electrónico a su hijo. Nuestro texto de la Biblia para esta lección nos da un ejemplo contrario. Un sirviente a quien se le había perdonado una deuda, pero luego exigió el pago a alguien que le debía dinero a él. ¿Qué le sucedió  a ese sirviente? Al menos que nosotros extendamos o practiquemos  la misericordia hacia los demás, ¿debemos esperar recibirla nosotros?

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Sé Como Jesús