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Arrepentirse y Ser Salvo

Currículo
Respuesta para Estudiantes
32
TEXTO: Lucas 13:1-5; Isaías 1:18; 55:6-7

El único modo en que Ricardo podía ser librado de su culpa era por arrepentirse y ser salvo.

GABRIELA ESTABA SENTADA en el piso. Su colección de muñecas, sus platos y muebles, estaban cerca, todos arreglados para disfrutar una fiestecita.
De repente la puerta se abrió “¡Atrápalos Filo!” Dijo su hermano mientras marchaba dentro de la habitación con su perro. Las muñecas se cayeron de sus sillas mientras Ricardo alegremente recorría la habitación con un palo. Filo aumentó el desalboroto cuando recogió la muñeca más grande y la sacudió furiosamente.
En el momento que la madre respondió a los gritos de Gabriela, la fiesta estaba hecha un desastre. Las muñecas estaban esparcidas entre los platos y los muebles quebrados. La víctima de Filo había perdido un brazo, y una pierna le colgaba.
“La peor parte,” dijo la madre cuando le contaba lo sucedido al padre de Gabriela, “fue que Ricardo no estaba arrepentido. Él se rió cuando vio todo lo mal que se sentía Gabriela . . . dijo que las muñecas eran tontas, y que de todos modos Gabriela no necesitaba todos esos platos.”
El próximo día cuando Ricardo regresó a la escuela, él comenzó a jactarse frente a un par de amigos sobre los trucos que le enseñó a Filo. Ellos se echaron a reír con él, pero cuando Ricardo abrió su armario en la escuela, paró de reírse. Alguien abrió su armario. Los libros estaban rotos, sus fotos estaban estrujadas, su espejo quebrado, y un mensaje había sido escrito en la puerta de su armario con pintura roja de atomizador, ¿Adivina quién fue?
“OH, OH.” susurró Carlos, “Yo me voy de aquí.” “Yo también,” dijo Gregorio.
Mientras los chicos se apresuraban a su salón de clase, Ricardo les gritó: ”¿Adónde van?” “Ayúdenme a averiguar quién hizo esto.” Él estaba tan enojado que aventó fuertemente la puerta de su armario y fue directamente a la oficina. No se saldrán con la suya,” murmuraba entre sí. “Cuando me entere quién hizo esto . . . ”
Ricardo aún estaba enojado cuando llegó a su casa esa tarde. Pero mientras subía las escaleras hacia su habitación, notó algo tirado en uno de los escalones. ¡Era un pequeño brazo que pertenecía a una de las muñecas de Gabriela! Se detuvo para recogerlo, y sus pensamientos lo llevaron al día anterior. Él aún podía ver su cara asustada y escuchar sus súplicas: “Hazlo detenerse, Ricardo. ¡Detén a Filo!” De repente se sintió muy arrepentido por lo que había hecho, Gabriela había estado en su propia habitación sin molestar a nadie, ella no merecía ser tratada así.

VERSO CLAVE: Jesús perdonó todos mis pecados.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. — Juan 3:7

Tristemente, Ricardo caminó hacia su habitación. ¿Qué me pasa últimamente? Él pensó. No solía ser de esa manera. ¿Cuándo cambié?  Cuando entró a su habitación, sacó de su mochila el libro de matemáticas. La cubierta del libro estaba rota, y una mancha roja trajo sus pensamientos al armario de la escuela. Su furia empezó a escalar nuevamente, pero entonces le pareció escuchar las palabras: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Entonces eso era lo que estaba mal. Él había tratado a Gabriela mal; ahora algo que no le gustaba le pasó a él.
¿Qué podría hacer para compensar sus malas obras? Podría conseguir un trabajo pequeño para reunir dinero y pagar los juguetes quebrados; podría cortar el césped y sacar la basura para ayudar a su mamá; podría ser amable con Gabriela para que ella confiara en él nuevamente. Pero ¿cómo podría librarse de la culpa por haber sido tan malo?
Ricardo se desplomó en el suelo al lado de su cama, demasiado disgustado consigo mismo para sentarse derecho. Mientras hacía esto, se encontró mirando directamente a la Biblia que descuidadamente había sido tirada sobre la silla el domingo anterior. Se volteó, luego con indecisión la alcanzó. Quizá era esto. Hacía mucho tiempo que no leía su Biblia. Padre y Madre siempre estaban diciendo que ella tenía las respuestas para preguntas importantes. Quizá él encontraría cómo ser diferente, y cómo librarse de ese horrible sentimiento que sentía dentro de él. Lentamente, no sabiendo dónde leer, Ricardo dobló las páginas. En un lugar se detuvo y leyó: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino.” Él sabía que eso era verdad, el verso continuo diciendo: “Mas Jehová cargó sobre él el pecado de todos nosotros.” ¿Qué dijo Papá que era el pecado? “Haciendo cosas que eran males.” ¡Eso era lo que ciertamente él había hecho ayer!
Ricardo dobló otras páginas. Se quedó mirando el Libro, no mirando a las palabras. En vez de eso, su mente regresaba a los problemas que él había tenido durante los últimos meses: Rompiendo la ventana de la Sra. Gaspar con una piedra (Su padre no sabía de eso todavía); Tomando la llave inglesa del señor Herrera para reparar su bicicleta, y luego culpando a su amigo, enseñándole a Filo cómo tumbar a los niños pequeños y luego riéndose cuando lloraban.
Eso fue lo que él le había hecho a Gabriela ayer: Se rió cuando ella lloraba. Pensando en esto, miró la Biblia que aún estaba sobre sus piernas, al tope de la página él leyó: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos.” Ricardo pensó, ahora mismo, me siento como si estuviera lleno de pecados terribles. Ricardo dijo: “Dios, creo lo que dice la Biblia. Me siento muy mal. Si tú me perdonas todas mis malas acciones, yo seré tuyo y viviré para ti el resto de mi vida.”
Mientras Ricardo estaba sentado allí, pensó en todas las veces que él se había negado a ir a la iglesia y se había quejado cuando su padre leía la Biblia en el hogar. Probablemente se le habían dicho todas esas cosas varias veces, pero . . . nunca se detuvo a escuchar lo que realmente se decía. No sabía que más hacer, así que sólo se sentó allí.
Finalmente dijo: “Dios, estoy arrepentido por la manera en que me he estado comportando. Papá dijo que tú escucharías a las personas que vinieran a ti en el nombre de Jesús. ¿Podrías perdonarme por el amor de Cristo?” Sin saber por qué, Ricardo empezó a llorar. Mientras las lágrimas corrían por su rostro él sintió como si todo su interior estuviera siendo lavado. ¡Se sintió como una persona nueva! En vez de estar furioso con todo el mundo, sintió que podía amar a todo el mundo. Ricardo dijo: “O, gracias Señor, por amarme y por perdonarme.”
Dios te ama a ti también.

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Qué Debo Hacer?