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Agua Espumosa

Currículo
Respuesta para Estudiantes
84
TEXTO: Salmo 121:1-2; Mateo 14:22-33; Lucas 11:34-36

Al permitir que sus ojos se distraerán en la dirección equivocada produjo el desastre.

ABAJO . . . abajo . . . abajo . . . La nariz de nuestra balsa se hundió más profundamente en las aguas espumosas. Por un error de mi parte, Bernardo y yo estuvimos a punto de un desastre. ¿Por qué permití que mi atención se desviara por un segundo? La vista de un águila dorada extraordinaria volando por el cañón captó mi atención. Nunca antes había visto una. El tamaño de sus alas era increíble, y apenas podía quitarle mis ojos de encima. Desdichadamente, mi concentración se había apartado en el momento peligroso cuando el río se metió en el atasco apretado. ¡Qué error más drástico!
Ahora la corriente se enfureció alrededor de nosotros como un rugido de un león enfurecido. El sonido en mis oídos aumentó con una intensidad grande. Cuando la balsa golpeó contra el agua entre las olas, causó que una cascada de espuma nos cubriera.
Los próximos segundos parecieron durar una eternidad. Luché por mantener la balsa dirigiéndose al frente de las olas, peleando por mantener el control. Pero el empuje de las aguas continuó hacia un desastre seguro. En el momento en que vi esa ola peligrosa, me pregunté por qué había ido en ese viaje de balseros. Yo sabía lo que el manual de transporte de balsa decía, una ola de este tipo debía ser atravesada de frente en velocidad alta. Bueno, yo tenía la alta velocidad puesta. Pero mi balsa no había leído el manual y se hizo contacto con la ola de lado. Intenté con todas mis fuerzas. ¡Pero no pude hacer que la balsa hiciera otra cosa.

VERSO CLAVE: Mantendré mis ojos en Jesús.
Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino. — Salmo 119:37

¡Nos volcamos! Vi a Bernardo lanzarse al agua y nadar en las aguas turbulentas. Su grito ronco fue lo último que oí mientras me agarraba apretada-mente de los remos y me fui dentro del agua.
Creo que pasamos unos cuantos minutos en el agua. Cuando salí del agua, miré a Bernardo agarrándose de la balsa, tratando de guiarla hacia la orilla. Me agarré de un remo cuando la balsa pasó por mi lado, y encontré la bolsa con nuestro equipaje. Bernardo y yo teníamos frío y estábamos mojados cuando finalmente halamos nuestra balsa, fuera del agua, la enderezamos, y localizamos todo nuestro equipaje perdido.
Sabía que tendría que darle una explicación a Bernardo. Tan pronto como las cosas se calmaron un poco, vino la pregunta. “¿Qué te sucedió, Felipe?” Él dijo mientras escurría el agua de su sombrero vaquero. “Cuando vi esas aguas espumosas  delante de nosotros, miré atrás y ahí estabas tú mirando fijamente hacia el cielo como un bobo. ¿Qué estabas mirando?
“Un águila,” admití avergonzadamente. Vi un águila dorada volando sobre el cañón y por un segundo olvidé mantener mis ojos en esas olas.”
“Bueno, algunos de ustedes tienen que aprender el camino difícil,” dijo Bernardo con una mirada molesta. Él buscó una camiseta seca en su mochila. “¿Pero por qué escogí un aficionado como tú para que fuera mi pareja?”
Felipe aprendió una lección ese día. ¡Él debió mantener sus ojos en el río! Cuando su atención fue distraída por el águila por unos segundos, su paseo por las aguas rápidas por poco se convierte en un desastre.
Nosotros podemos aprender una lección de esto también. Podríamos comparar nuestras vidas cristianas con un paseo en las aguas espumosas. Si prestamos atención, el río de la vida puede ser navegado con buen éxito. Pero tenemos que mantener nuestros ojos en la dirección correcta. Si desviamos nuestros ojos por un segundo, podríamos enfrentar un desastre.
Nuestro texto bíblico para esta semana dice cómo Pedro permitió que su atención se desviara del Señor mientras él caminaba en el agua hacía Él. En un mo-mento miró las olas y comenzó a hundirse. Su atención se distraía por las cosas que le rodeaban.
En Salmo 119:37 leemos: “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad.” Eso significa que no debemos mirar las cosas que nos pueden apartar de Dios. Podemos estar seguros que el enemigo tratará de distraernos. Él intentará mostrarnos cosas que—igual que el águila en nuestra historia—pueden no ser malas o pecaminosas en sí, pero si eso desvía nuestra atención de Dios, pueden ser las cosas las cuales representan al desastre en nuestra experiencia cristiana. Si realmente queremos ser completamente de Dios, debemos estar dispuestos a ignorar esas cosas las cuales desvían nuestra concentración de una vida cristiana exitosa.
Verás algunas aguas “rápidas” y algunas aguas “espumosas” en la vida, pero tú puedes salir de esto.

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Mirando al Lugar Apropiado