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Santificación: El Camino de la Santidad

Doctrinas

La santidad y la unidad que resultan de la santificación deben ser el deseo de todo Cristiano.

¿Has deseado alguna vez poder acercarte más a Dios? ¿Deseas parecerte más a Él en tus acciones diarias? Busca el camino de la santidad. Busca a Dios para la santificación.

La Biblia enseña que la experiencia de la justificación y la experiencia de la santificación son dos obras de gracia diferentes. Son recibidos por la fe a través del poder de la Sangre derramada de Jesucristo.

La palabra santificar significa, “Hacer santo, purificar, consagrar, dedicar, limpiar y separar”. Para ser santificado el Cristiano renacido tiene que consagrarse, dedicarse y separarse a Dios y a Su voluntad. Entonces Dios hará Su parte, purificando el corazón y volviéndolo santo.

Cuando Adán desobedeció a Dios en el huerto del Edén, el pecado entró en su corazón. Cada persona que nace en este mundo ha heredado esa naturaleza del pecado. Pero la santificación elimina esa naturaleza Adámica y limpia el corazón. La tendencia heredada interna para pecar es eliminada por la Sangre de Jesús, y el corazón es hecho puro y santo.

La santificación es proporcionada a través de la Sangre de Jesús. Nos dice en Hebreos 13:12, “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”.

La santificación nos trae santidad. Dios es un Dios santo. El Cielo es un lugar santo, y Dios siempre ha exigido santidad. Su Palabra dice, “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).

Cristo quiere que Su Iglesia esté compuesta de gente santa y purificada. Se entregó a Sí mismo por la Iglesia, “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:26-27).

La santificación también conlleva a la unidad, una concordia entre la gente de Dios. “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos” (Hebreos 2:11). Jesús oró por Sus discípulos “que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). Esta oración fue definitivamente contestada, pues antes del Día de Pentecostés “todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego” (Hechos 1:14).

La santidad y la unidad que resultan de la santificación deben ser el deseo de todo Cristiano. Y la experiencia de la santificación es para todos aquellos que han sido salvados de sus pecados. Esto también lo muestra la oración de Jesús para Sus discípulos, “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:16-17).

Jesús no oraba por los pecadores aquí, pues oraba por aquellos que se encontraban en el mundo pero no eran del mundo. Sin embargo, sí incluyó a los Cristianos de hoy: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21).

Si deseas ser santificado, rinde completamente tu vida a la voluntad de Dios. Conságrate y entrégate totalmente a Él, y deja que Él tenga Su voluntad en todos tus planes, esperanzas y deseos. Mira hacia Dios con una fe simple, alabándolo y creyendo en Él para la santificación. Dios hará a tu corazón puro y santo por la Sangre limpiadora de Jesús. La naturaleza pecadora con la cual has nacido será destruida.

Sabrás cuando recibas la experiencia de la santificación, justo tan claramente como cuando supiste que fuiste salvado. El amor divino de Dios inundará tu corazón. Una paz, descanso y alegría más profundos llegarán a tu alma. El Espíritu de Dios será testigo con tu espíritu que estás santificado.

Después de que una persona es santificada, es más fácil vivir una vida Cristiana alegre y victoriosa, debido a que la naturaleza pecadora heredada no se encuentra más dentro. Tentaciones y pruebas continuarán viniendo, pero la tendencia interna hacia el pecado habrá desaparecido.

Sin embargo, aunque una persona santificada tiene un corazón que es perfecto hacia Dios, esta persona no es perfecta de la misma forma que Dios es perfecto. Sigue siendo humana y comete errores. Puede juzgar mal una situación y estar muy equivocada. Pero sus motivos son los correctos. En su corazón ansía hacer la voluntad de Dios, y hacer todo lo correcto hacia todos.

Después de recibir la experiencia de la santificación, una persona debe continuar aplicando la Palabra de Dios en su corazón. El estudio de la Biblia, las oportunidades diarias para aprender la voluntad de Dios y Sus correcciones enseñan a una persona cómo seguir Sus caminos más perfectamente.

¿Quieres tener esta experiencia de santificación? ¿Deseas vivir una vida santa? Tú puedes. Si eres salvado, y no santificado, ora para ser santificado. En el momento que hagas una entrega completa a Dios y creas en Su Palabra de promesa, el Señor te santificará. Entonces estarás listo para buscar y recibir el bautismo del Espíritu Santo, la dotación del poder para servir.