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Oración

Doctrinas

Comunicacion con Dios.

Una extraordinaria fuente de fortaleza y poder está disponible para ti. No hay cargo y el abastecimiento es il­imitado. ¿Estás interesado? A través de la oración, la humanidad puede tener acceso directo al gran Dios del Cielo y de la tierra.

Muchas personas se preguntan qué es la oración. Otros no oran porque piensen que no saben cómo hacerlo. Sin embargo, la oración no es un proceso complicado que se lleva años de entrenamiento o experiencia a fin de domi­narla. La oración es simplemente comunicación con Dios. Es hablar con Dios como lo haríamos con un amigo. Es importante acercarse a Dios con respeto, pero también es importante recordar que Él está interesado en todas las facetas de nuestras vidas. Las Escrituras dicen: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Suena suficientemente simple, pero ¿acaso siempre funciona? Sí funciona si la gente ora correctamente, pero hay criterios esenciales.

Primero, es importante recordar que Dios sí contesta las oraciones, aunque Sus res­puestas no sean siempre “sí”. Algunas veces Él puede responder con “no” o con “espera”. También, nuestras peticiones deben estar de acuerdo con la voluntad de Dios. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). Algunas peticiones son hechas a partir de deseos egoístas, otras podrían ser hirientes o espiritualmente estorbosas si fueran concedidas. En tales momentos, Dios está velando por el bien de una persona al contestar “no”.

Dios también quiere que oremos con fe. “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22). Al pedirle a Dios, debemos creer que Él es capaz y está deseoso de contestarnos en nuestro propio beneficio.

Debemos orar con todo nuestro corazón, sometiéndonos totalmente a Él y a Su voluntad. Encontraremos difícil de acercarnos a Dios con fe si tenemos pecado en nuestros corazones. Si tenemos un espíritu que no perdona o llevamos una vida impía, primero debemos buscar el perdón y estar seguros que estamos en conformidad con los mandamientos de Dios. Entonces podemos acercarnos a Dios y esperar que Él responda. También necesitamos pedir con agradecimiento. Dios quiere saber que apreciamos lo que Él ya ha hecho por nosotros.

Algunas veces debemos ser persistentes. Jesús contó la historia de una mujer que peticionaba a un juez injusto. El juez le otorgó su petición por su importunidad. Comúnmente es mucho más fácil rendirse y pensar que Dios no quiere responder, que mantenerse orando hasta tener éxito. A veces quizás encontremos necesario que otros oren con nosotros para recibir la respuesta. Jesús dijo que si dos se pusieron de acuerdo en oración, será hecho. En otros momentos, encontraremos necesario verter nuestros corazones hacia Dios en secreto. La Palabra de Dios promete que tales oraciones serán recompensadas abiertamente.

En algunas instancias, la carga sobre nuestros corazones puede ser tan pesada que no sabemos cómo orar. Un gemido del alma puede ser lo más posible. Aun así, el Espíritu de Dios puede tomar esos inexpresables llantos y mediar con ellos. Es seguro que tales oraciones fervientes serán recompensadas.

Lo importante es orar. Las oraciones tienen que ser hechas antes de que puedan ser contestadas. La Biblia nos exhorta: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Debemos comenzar el día con oración, pidiendo el consejo y la protección de Dios para las horas siguientes. Necesitamos pedirle que nos libre de la tentación. De ser posible, es bueno pasar un tiempo en oración a la mitad de nuestro día. Podemos comunicarle con Dios acerca de todo lo que hagamos y tener Su presencia en toda situación y prueba. Cuando el día haya acabado, necesitamos agradecerle por Sus provisiones y ayuda.

Sin embargo, ten la seguridad que tan pronto como nos esforcemos en buscar a Dios, Satanás hará lo posible para derrotar nuestros esfuerzos. Mandará interrupciones, distracciones y cualquier otro posible estorbo. Debemos determinar resistirlo y proponernos continuar en oración sin importar lo que pase.

Si nos tomamos el tiempo y hacemos el esfuerzo de orar, ¿qué sucede con nuestras oraciones? Algunas veces podemos ver la respuesta suceder casi inmediatamente, pero en otras ocasiones, el enemigo puede tratar de decirnos que nuestras oraciones han desaparecido o han sido ineficaces y se han perdido. La Biblia nos revela algo de lo que les sucede a las oraciones. Un ángel le dijo a Cor­­nelio que sus oraciones y ofrendas habían subido para memoria delante de Dios. En el Libro del Apocalipsis leemos que las oraciones de todos los santos son guardadas en copas de oro y ofrecidas con incienso ante Dios. ¡Qué privilegio ser capaz de mandar algo al Cielo que sea digno de ser guardado en una copa de oro y vertido ante Dios!

No obstante, aun con este conocimiento, ¿cuántas personas se toman el tiempo y hacen el esfuerzo para orar? Nadie que se haya esforzado en orar seriamente diría que es fácil. Entonces, ¿vale la pena el esfuerzo? Aquellos que lo han probado efectivo responderán con un “sí” firme. Cualquier madre que haya orado por la protección de su hijo y después haya oído cómo fue milagrosamente salvado garantizaría la efectividad de la oración. Cualquiera que haya orado por el convencimiento de un pecador y haya observado circunstancias en la vida de esa persona que la condujeron al arrepentimiento diría que la oración funciona. Una persona que haya intercedido y visto al Señor intervenir en situaciones imposibles sabe que la oración sirve.

Propongamos en nuestros corazones orar. Si esperamos hasta que tengamos el tiempo para hacerlo, otra cosa siempre parecerá más importante. Sin embargo, si nos ponemos a orar y lo hacemos una prioridad en nuestras vidas, Dios responderá.