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Experiencias de Crisis

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Moisés y otros personajes Bíblicos tuvieron encuentros emblemáticos definitivos con Dios que moldearon sus vidas. ¡Nosotros también deberíamos tenerlos!

de un sermón por Darrel Lee

Durante el movimiento por la santidad de los años 1800, el término “experiencia de crisis” se utilizó para distinguir entre una experiencia espiritual definitiva e instantánea, y el proceso ordinario de aprendizaje, crecimiento, madurez y desarrollo Cristiano. Los predicadores de la santidad enseñaron que el proceso de desarrollo y madurez precedería y seguiría dichas experiencias de crisis. Podemos ver lo anterior en las Escrituras, al observar las vidas de numerosos personajes Bíblicos.

Consideremos a Moisés, el hombre escogido por Dios para liderar a los Hijos de Israel del cautiverio en Egipto. Moisés tuvo un buen comienzo en su vida; fue criado por padres religiosos a temprana edad. Ellos percibieron que Dios tenía algo especial diseñado para su pequeño niño, y como resultado de la fe de sus padres, la vida de Moisés fue salvada cuando todos los niños varones de los Israelitas fueron asesinados.

La juventud de Moisés transcurrió en el palacio de Egipto, y él disfrutó de los derechos, privilegios y educación de un príncipe egipcio. Luego, un día tomó la decisión de renunciar a su herencia egipcia. Esa fue una experiencia tipo crisis. Él decidió dar su espalda a esos privilegios, escogiendo ser maltratado con el pueblo de Dios en lugar de “gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25).

En el corazón de Moisés surgió el deseo de visitar a sus hermanos, los Hijos de Israel, y vio que estaban siendo maltratados. Cuando observó a un egipcio golpeando a un hombre israelita, Moisés intervino y paró la paliza. De hecho, mató al egipcio y lo enterró en la arena. El día siguiente, vio a dos israelitas discutiendo y comenzó nuevamente a intervenir. Uno de los israelitas le dijo, “¿Piensas matarme como mataste ayer al egipcio?” Moisés se dio cuenta que había sido descubierto. El Faraón quería matarle, así que Moisés huyó para salvar su vida. Pasó los siguientes cuarenta años atravesando por un período de aprendizaje mientras pastoreaba ovejas. Tal vez Dios utilizó el rebaño de ovejas que Moisés pastoreaba para enseñarle lecciones que luego Moisés necesitaría usar con los Hijos de Israel.

Cuando Moisés tenía unos ochenta años de edad, lo vemos ante la zarza ardiente—otra experiencia de crisis. Fue increíble que la zarza no lo quemara, así que Moisés se apartó para ver qué estaba sucediendo. Dios le habló desde la zarza ardiente, diciendo, “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5).

Ese día, el Señor entró en la vida de Moisés y le dejó saber que había llegado la hora. Dios había escuchado el grito de Su gente y quiso que Moisés abordara al Faraón y demandara la liberación de los Hijos de Israel. Moisés había aprendido a ser humilde durante sus cuarenta años en el desierto y se percató de la enormidad de dicha tarea. Al principio, vaciló y trató de convencer a Dios que él no era el hombre para ese trabajo, pero eventualmente Moisés aceptó el hecho que Dios lo quería a él para esa misión, y la cumplió.

Al describir la tarea que le asignó a Moisés, Dios apeló a su herencia, diciéndole, “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). Sin lugar a dudas, Moisés había sido educado por su madre acerca de las vidas de Abraham, Isaac y Jacob. Y no es necesario buscar más allá de estos tres hombres para hallar ejemplos de personas que vivieron experiencias de crisis, ya que aunque tuvieron períodos de crecimiento y desarrollo en sus vidas, también vivieron eventos emblemáticos definitivos con Dios, los cuales moldearon sus vidas.

Por ejemplo, Abraham fue llamado a dejar Ur de los caldeos para ir a la tierra que Dios luego le revelaría. Tuvo que decidir si seguiría el llamado de Dios o no. A un cierto punto, Abraham llegó a la conclusión que tenía que obedecer, y nosotros leemos que “salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8). Su salida de Ur de los caldeos podría ser comparada a la experiencia de justificación, cuando le damos la espalda a la vida de pecado y emprendemos un viaje hacia una dirección totalmente nueva.

Abraham viajó por el área durante algún tiempo hasta que llegó a la tierra de Canaán, y allí residió. Cuando tenía noventa y nueve años de edad, muchos años después de esa primera experiencia, Dios le llamó otra vez y dijo, “Anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). Ese llamado a un camino “perfecto” con Dios nos recuerda la santificación. Esta fue otra experiencia de crisis en la vida de Abraham.

Mucho crecimiento precedió y siguió estos eventos emblemáticos en las vidas de Moisés y Abraham, pero estos hombres resaltan en las páginas de la Biblia como individuos que tuvieron lugares definitivos en la vida en los cuales supieron que Dios se encontró con ellos. Y en realidad, ¡de eso se trata una experiencia de crisis! Es un momento en el tiempo—una hora y un lugar específicos que usted puede identificar—cuando se encontró con Dios.

El pecador llega ante Dios cargado de culpa, preguntándose cómo podrá escapar la ira de Dios que va a arrojarle en el Infierno. De pronto, cuando se arrepiente y busca Dios en la fe, la paz del Señor le llega y el pecador recibe la seguridad de que sus pecados han sido perdonados. Este puede apuntar a un momento definitivo en su vida en el cual se convirtió en Cristiano—él sabe cuándo y dónde ocurrió.

Un evento emblemático similar, pero una experiencia diferente, ocurre cuando los individuos salvados se percatan que Dios los ha llamado a la santidad y necesitan erradicar su antigua naturaleza carnal. Estos regresan ante el Señor de manera diferente que cuando se presentaron siendo pecadores, ya que no hay más culpa producto de sus pecados. Esta vez, se presentan con la realización que necesitan ganarle la victoria sobre la predisposición interna que produjo que pecaran en primer lugar. Se presentan ante Dios buscando la seguridad que han sido santificados, y Dios les responde. Un momento no están santificados; al momento siguiente—y sólo Dios sabe cómo—Él atestigua en sus corazones que ellos se han enlazado con Él y el trabajo de santificación se ha realizado. Una vez más, aquellos que son santificados pueden identificar un momento y lugar en el cual Dios hizo la obra.

Si Isaac estuviera vivo hoy, él podría llevarle al Monte Moriah y decirle, “Allí es dónde yo iba a ser matado”. Isaac podría haber escogido resistirse a su padre en lugar de someterse a lo que aparentemente iba a ocurrir. Sin embargo, él no puso resistencia, y Dios salvó su vida al proveerle a Abraham un carnero trabado en un zarzal. Abraham tomó la vida del carnero en lugar de la de Isaac.

Luego, vemos que Isaac tuvo otra experiencia de crisis cuando Dios le habló en Beerseba y estableció que Isaac sería el heredero de un acuerdo que Dios había hecho con su padre, Abraham. Ese fue otro evento definitivo en la vida de Isaac; cuando Dios le habla a usted individualmente, usted no va a olvidar cuándo y dónde eso ocurrió.

Observe las experiencias de crisis en la vida de Jacob. Jacob estaba huyendo de la ira de su hermano cuando se acostó una noche a dormir y Dios le habló en un sueño. Jacob vio los ángeles de Dios subiendo y descendiendo de una escalera que llegaba al Cielo. El Señor le habló en ese momento. ¡Qué clase de experiencia debe haber sido esa! Cuando Jacob despertó, dijo, “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16). Le hizo a Dios una promesa en ese día, y el Señor puso la certeza en su corazón que Él le acompañaría. Jacob nunca olvidó ese momento o lugar.

Algunos años más tarde, encontramos a Jacob pasando todos sus bienes y su familia por el vado de Jaboc y luego luchando con un ángel—prevaleciendo por una bendición de Dios. ¡Qué imagen tan vívida de la manera que alguien busca la santificación!

Una cosa es cierta; estas experiencias fueron eventos específicos que transformaron el carácter de los individuos que participaron en ellas. Eso es diferente del crecimiento. Nosotros podemos crecer y desarrollarnos a través de pruebas, pero estas pruebas no alteran nuestro comportamiento de manera instantánea y radical. Las experiencias de crisis, sin embargo, hacen justamente eso.

A lo largo de los años, muchos han recibido experiencias de crisis en el campamento durante nuestras reuniones anuales de campo. Diferentes personas pueden identificar lugares específicos en el altar de oración dónde saben que Dios se encontró con ellos. Otros hablan del viejo depósito dónde se realizaban las reuniones de los niños y jóvenes. Algunos en nuestras congregaciones hoy en día podrían llevarle a ese edificio y decir, “Aquí es dónde Dios se encontró conmigo, y yo recibí la seguridad de una experiencia con el Señor”. Nosotros vemos el campamento y las edificaciones que allí se encuentran como “tierra santa”, pero claramente entendemos que las experiencias que los individuos reciben en esta tierra santa son mucho más valiosas que cualquier lugar geográfico. Es la presencia de Dios en ese lugar en ese momento específico que nos cambia para siempre y graba en nuestros corazones lo que Dios hizo allí.

El recuerdo de una experiencia de crisis es importante, porque en cierto momento en la vida nos enfrentaremos a un reto en el cual necesitaremos a Dios. Considere nuevamente a Moisés. Él se encontró con Dios ante la zarza ardiente, y recibió el orden de enfrentarse al Faraón. A lo largo del camino, tuvo que enfrentarse a varios retos. La primera vez que se enfrentó a un reto, es posible que hubiera pensado, “¡Ay, necesito regresar a ese zarza ardiente! ¡Necesito ayuda de Dios!” Pero Dios le dijo, “No, tú sigue adelante. Resuelve este problema y luego continúa hasta llegar al Faraón”. Moisés se reunió con los ancianos de Israel, y ellos también se opusieron al comienzo. ¿Qué iba a hacer Moisés? ¿Acaso debía tomar otro día de viaje para regresar ante la zarza ardiente y obtener ayuda del Cielo? No, él debía utilizar la experiencia que Dios le había proporcionado ante la zarza ardiente y aplicarla donde se encontraba.

Para nosotros es igual. Debemos rememorar las experiencias de crisis que hemos tenido con Dios y permitir que lo que recibimos en aquel entonces nos brinde apoyo durante los momentos de crecimiento, los retos y las pruebas. Nunca olvidaremos el momento cuando nos encontramos con Dios. De hecho, esa fue una de las promesas que el Señor le hizo a Moisés cuando Moisés se opuso a la tarea para la cual Dios le había llamado. Dios dijo, “Yo estaré contigo” (Éxodo 3:12). Estaba recalcándole a Moisés, “No se trata de la zarza ardiente, se trata de que Yo resido en tu corazón y te ayudo dondequiera que te encuentres”.

Yo vine a mi primera reunión de campo siendo un recién converso. Había apenas escuchado acerca de ser santificado y acepté por fe el hecho que necesitaba recibir la santificación. Puedo indicar un lugar, la cuarta fila desde la parte delantera, dónde Dios me santificó. Sin embargo, el lugar no es realmente lo importante. Lo importante es lo que ocurrió en mi corazón. Yo me fui del lugar de oración, pero me llevé conmigo lo que Dios había hecho en mi corazón. Esa experiencia ha estado conmigo durante treinta años.

Muchas personas nunca verán el campamento de la Fe Apostólica, pero verán los resultados de las experiencias que los individuos han tenido con Dios en ese terreno. Dios está llamando a los individuos a anclar sus almas en experiencias reales con Él. Nosotros necesitamos esas experiencias.

El motivo por el cual las personas van sin rumbo por su camino espiritual es porque no tienen algo definitivo, una experiencia tipo crisis, a la cual hacer referencia para sostenerles. Si usted necesita ser salvado, Dios le salvará. Si necesita ser santificado, sabemos que Dios está esperando para santificarle, porque Él nos ha llamado a ser santos al igual que Él es santo. Si usted necesita llenarse del Espíritu Santo, tenga por seguridad que Dios quiere bautizar a los individuos con el Espíritu Santo y fuego. Estas son experiencias a las que usted hará referencia durante el resto de su vida. Usted estará en capacidad de relatarles a los demás el lugar y el momento cuando estas experiencias ocurrieron, porque serán eventos emblemáticos definitivos en su camino con Dios.

¡Mire hoy hacia Dios buscando las experiencias definitivas que Él tiene reservadas para usted!

Darrel Lee es Superintendente General de la Iglesia de la Fe Apostólica y pastor de la iglesia sede en Portland, Oregon.